Por Rocío Nogales y las personas del grupo motor de La Corriente.

Si consideramos el flujo constante de contradicciones que recibimos a diario, lo sorprendente es que a día de hoy quede nadie con una pizca de ánimo para soñar y poner en marcha otras prácticas que generen otras dinámicas. Teniendo en cuenta el mantra del “tú mira por ti” y el descrédito de “lo colectivo”, lo increíble es que haya personas que acepten voluntariamente unirse a una organización donde la horizontalidad, la participación y la ausencia de maximización del lucro personal, no signifique renunciar a la viabilidad económica, la relevancia o la creación de valor para la sociedad y el planeta. Si además vemos cómo prácticas, organizaciones y redes que hunden sus raíces en más de un siglo de existencia formal y que se extienden más allá de nuestras fronteras han sido históricamente invisibilizadas por una mayoría y promovidas por una minoría, lo inverosímil es constatar el vigor que la economía social y solidaria (ESS) mantiene en su pulso con otras fórmulas empresariales que constituyen una abrumadora mayoría visible apoyada por poderes económicos y políticos.

El origen histórico de la ESS se remonta a las primeras formas de asociacionismo obrero del siglo XIX en Inglaterra y algo más tarde en Francia. Así pues, podríamos decir que “no hay nada nuevo bajo el sol” en lo referente a las organizaciones y empresas actuales que llevan a cabo una forma de economía distinta a la que se reconoce como la única por la gran mayoría y que se basa en unos principios de acumulación de beneficios y de maximización del interés económico personal, entre otros. Pero ¿y si hubiera algo nuevo bajo el sol?

Como alguien que lleva quince años estudiando y promoviendo el conocimiento en torno a la empresa social como nueva forma transformadora surgida en el seno de la economía social y solidaria, leer algunos de los artículos que han aparecido en los últimos días atacando empresas y grupos de la ESS madrileña merecen alguna que otra puntualización. Personas del mundo de la ESS madrileña admiradas por mí y respetadas por colegas e interlocutores con quienes trabajan, ya han reaccionado con fundamento y solidez a parrafadas que distan mucho de ser periodismo serio, documentado y contrastado. Nuestra humilde contribución pues, se limitaría a subrayar el hecho nada baladí de que nos encontramos en un momento clave en el que se está forjando el discurso de la ESS como posibilidad real y al alcance de la mano de la ciudadanía. No estamos hablando de ideas abstractas o, como se estigmatizaba hasta hace poco, de utopías, sino de proyectos y empresas con trayectorias confirmadas y horizontes muy amplios.

Históricamente en nuestro país, la ESS había carecido de un discurso articulado capaz de reunir las múltiples y coloridas voces que aglutina. Esto ha generado una doble dificultad: por un lado, la de comunicar de forma coherente y, por otro, la de constituirse como interlocutora válida ante las administraciones públicas y otros actores económicos. En el caso de Madrid, además, la ESS está lejos de alcanzar los niveles de desarrollo que existen en otras comunidades autónomas. Pero esto significa que queda mucho por andar, sabiendo que las bases son sólidas y las redes que la apoyan también. De hecho, esta situación lleva años cambiando y se trata de un cambio que llega desde abajo y que surge a escalas locales, desde la proximidad. En el caso concreto de Madrid, la realidad que lleva años generándose en el ámbito de la ESS de mano de figuras emblemáticas, algunas de ellas blanco de los mencionados ataques mediáticos tan torpemente formulados, cuenta con unos mimbres muy sólidos. Por otro lado, cuenta con el apoyo de redes de ámbito estatal e internacional a menudo informales y fuera de los radares mediáticos oficiales o mayoritarios, pero también de instituciones como el Parlamento Europeo o el consultivo pero influyente Comité Económico y Social Europeo.

Además de personas y redes robustas, la ESS madrileña puede presumir de iniciativas con una probado trayectoria respecto a evaluaciones satisfactorias dentro del marco de la actuación o intervención que desempeñen así como un reconocimiento internacional que las identifica como buenas prácticas en foros por todo el mundo. Iniciativas como el Mercado Social o la Red de Huertos Urbanos de Madrid o proyectos como MARES (financiado por la Comisión Europea), cuentan ya con una autonomía y un arraigo ciudadano que dificultará que ataques interesados o partidistas consigan su oscuro objetivo de hacer tambalear sus cimientos. Pero es que además la ESS se quiere feminista, igualitaria y justa, como lo demuestran sus prácticas pioneras para sacar a la luz el trabajo de cuidados y valorizar una manera de estar en el mundo que no priorice la agresividad o la competitividad como modelos de desarrollo.

Los últimos ataques a la ESS sugieren, nunca prueban, un ambiente de corrupción al servicio de unos supuestos reinos de taifas para aupar al poder partidos políticos concretos como Ahora Madrid. Pero esto no es nuevo: desde el principio, a la ESS se la ha acusado de ser “política”, como si existiera una economía que no lo fuera. Porque si “economía” quiere decir organizar las condiciones materiales de vida para alcanzar un bienestar y una dignidad para los actores involucrados, la ESS quiere que ambas sean extensibles a toda la sociedad y al planeta que nos acoge.

Aquí y ahora, sin matices y con valores: la vida en el centro.

Como decíamos en una entrada anterior, la articulación con los partidos políticos no es siempre fácil, pero podemos relacionarnos con los que quieran cambiar las reglas e interpelar a los que no se dan por aludidos a que lo hagan. No nos dedicamos ni nos interesa la política profesional, pero no renegamos de que rozamos la política, porque constituimos alternativas que cambian las condiciones y las reglas del juego para hacer extensibles ese bienestar y esa dignidad a todas las personas, sin esperar a que alguien lo haga por nosotros. Por nosotras.

Es por ello que defendemos que podemos sentirnos a gusto con la etiqueta de “política”, siendo conscientes de que la ESS no es un edén libre de las complejas dinámicas como las que caracterizan cualquier relación humana, mutables a lo largo del tiempo. O que las empresas de la ESS estén libres de las presiones ejercidas por los procesos de interacción con las administraciones públicas o el mercado en su lucha por su supervivencia. O que a la ESS no le pesen malas prácticas que merecen la desaprobación de las personas que nos dedicamos a ella.

Trabajamos la auto-reflexividad, las metodologías participativas y los balances sociales porque los procesos cuentan tanto como los resultados; porque solo en el espacio que generan los procesos cabe hablar de empoderamiento y de acción.

Pese al empeño que alguien pueda poner en equiparar las cooperativas a instrumentos de la utopía socialista o del actual modelo bolivariano, la realidad es que las cooperativas (con todas sus variedades, así como sus fórmulas hermanas de la ESS), llevan existiendo más de dos siglos con unos valores centrales casi inmutables. El hecho de que alguien las descubra ahora revela más su ignorancia que una realidad que da sus primeros pasos. Si tuviéramos que responder a cada pieza que ignora los valores y prácticas diarias de la ESS perderíamos una energía preciosa. Pero también nos hartamos: el “todo vale” y la persistencia en las hemerotecas virtuales de cualquier tipo de inexactitud hacen necesarias algunas respuestas en línea con las que hemos visto estos días y a las que queremos sumarnos.

Si tocan a una de las cooperativas transformadoras y honestas que conforman nuestra ESS, nos tocan a todas. Por ello, reafirmamos con este texto que la energía que mueve a la ESS es como la que defendemos desde La Corriente, renovable, justa y sostenible y que sus efectos transformadores son cada vez más visibles, ilusionantes y contagiosos.