Hace unos cuantos años, el entonces ministro de industria, responsable del sector energético y de inefable recuerdo por sus actividades panameñas, se pronunció sobre la pobreza energética diciendo que era como cualquier otra pobreza. En el fondo, todas derivaban de la falta de empleo. En otras palabras: no iban a hacer nada específico con la pobreza energética porque si tuviésemos trabajo podríamos pagar sin problemas nuestras facturas energéticas de la misma forma que podríamos pagar la hipoteca, el alquiler, la compra del supermercado, los libros para que estudien los niños o, si vamos sobrados, una ronda de cañas a los amigos.

Y no le falta parte de razón: yo, que me encuentro entre los afortunados con trabajo digno, puedo pagar todo eso y no sufro pobreza energética ni amenaza de desahucio ni desnutrición. Pero la sentencia del ministro es falaz; de apariencia lógica pero en el fondo es una media verdad.

Varias razones desmontan la frase del ministro.

Demasiado desempleo durante demasiado tiempo y trabajo demasiado precario

El argumento más evidente es el que podría aplicar al resto de “pobrezas”: los altos niveles de paro en España han durado mucho. Lo decían hasta los organismos internacionales hace tiempo que el Gobierno cita para justificar la recuperación. Incluso si compramos el argumento de la recuperación del empleo, tenemos que recordar la precariedad y los sueldos habitualmente bajos. Antes hablábamos de mileuristas como una categoría denigrante; ahora, hay muchos que matarían por tener un trabajo mileurista razonablemente estable. ¿Trabajo? Puede ser. ¿Digno? Por lo menos, discutible: no da para pagar la ronda de cañas y, a veces, cuesta pagar la luz.

Si solo nos quedamos únicamente en este diagnóstico, la lógica obligaría a tomar, como poco, medidas asistencialistas mientras las políticas de fomento del empleo surten efecto. Por ejemplo, si no hay dinero para comida, fomentar bancos de alimentos o si no hay dinero para los estudios, dar ayudas a la compra de libros. Son dos ejemplos que tratan de mostrar medidas adaptadas a la necesidad o, si me permiten, a la pobreza específica que se trata de paliar.

Para el caso de la pobreza energética, se han planteado varias propuestas como la prohibición de los cortes de luz durante los meses de invierno, hacer que la tarifa social sea verdaderamente social, que el corte de luz no sea tal sino que se quede en una limitación a una potencia muy reducida o una tarifa más progresiva. O incluso, apoyarse en las posibilidades que da el autoconsumo para que la ciudadanía sea más autónoma y no dependa su bienestar energético del pago a una multinacional. Desgraciadamente, todo este tipo de medidas, cuando se han planteado, se han bloqueado por el Gobierno o el partido que lo sustenta.

Implicación para el desarrollo

Las organizaciones que han trabajado en países y comunidades empobrecidas lo han aprendido muy bien: la energía no es como cualquier otro servicio. El acceso a servicios energéticos avanzados supone un salto cualitativo enorme en la calidad de vida porque se necesita energía para todo. Cómo y cuándo se utilice condiciona el tipo de sociedad que se va a construir. Los ejemplos son numerosos. Éstos incluyen la posibilidad de que los niños puedan estudiar cuando ya se ha ocultado el sol, el acceso a la información y la comunicación con el resto de la comunidad, cocinar,  refrigerar (que puede tanto suministrar vacunas como alargar la vida de los alimentos), y muchas otras actividades básicas.

Existe una gráfica muy utilizada que relaciona el índice de desarrollo humano (en ordenadas) con el consumo de energía (abscisas):

Hasta ahora, esta gráfica la utilizábamos para enseñar dos cosas:

La primera, que con un poquito de mejora energética, se puede mejorar mucho la calidad de vida de los países empobrecidos, por lo que merece la pena hacer el esfuerzo de dotar de un mínimo de servicios energéticos apropiados.

La segunda, que una vez llegados a cierto nivel de desarrollo, el incremento de consumo energético no supone apenas un incremento adicional de desarrollo humano. Sin embargo, sí que supone un aumento significativo de los impactos ambientales, lo que nos hace reflexionar sobre nuestro sobre-consumo energético en los países “desarrollados”.

La pobreza energética en países como España supone una relectura de esta gráfica: una familia puede recorrer el camino inverso y caer en un brutal descenso de su desarrollo humano. Con el agravante de que son familias que siempre han vivido y aprendido a vivir en entornos que se desarrollan con servicios de gran consumo energético. Un ejemplo: una comunidad rural de los Andes que deja de tener luz eléctrica podría volver a adaptarse a volver a utilizar leña pero dudo que una familia de un barrio de Madrid. O podríamos considerar el teléfono móvil como un artículo de lujo. Pero, ¿de verdad un móvil es un lujo en una sociedad hiperconectada? Se puede vivir sin móvil, sí, pero ¿se puede vivir dentro de nuestra sociedad sin móvil? ¿O sin conexión a Internet, que se considera casi imprescindible para encontrar trabajo? Por cierto, un acceso a Internet necesita electricidad y un móvil, cargarse.

Pobreza energética supone expulsión social y eso no es una pobreza “como cualquier otra”.

Perspectiva de género

La pobreza energética tiene una gran componente de género. Sobre sus hombros suele recaer la gestión del hogar y la responsabilidad de estirar los ingresos para que lleguen a fin de mes. Ellas suelen ser las que tienen que encender las lavadoras, las que cocina y las que tienen que tomar las decisiones sobre cómo cocinar, si se gasta más en el horno, haciendo un puchero o friendo un filete. Obviamente, si tuvieran trabajo, como decía el Ministro, no tendrían ese dilema, pero resulta que el desempleo también tiene, preferentemente, nombre de mujer. Y si pensáis que vale con que uno, el hombre, el «cabeza de familia», lleve un sueldo a caso, estaríamos ahondando en desigualdad.

Se necesitan medidas específicas. Y no vale con que sean los mismos hombres de siempre. Se necesita que las mujeres sean protagonistas y desde el cooperativismo energético nos hemos puesto manos a la obra.

Sistema energético

Pero el sistema energético no es como cualquier otro sistema. Tiene sus consideraciones estructurales y afirmar que la pobreza energética es “como cualquier otra pobreza” es no pensar en ellas.

La fórmula que resulta en la pobreza energética es muy sencilla y la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético nos la recuerda continuamente:

BAJOS INGRESOS + PRECIOS ALTOS DE LA ENERGÍA + BAJA CALIDAD DE LOS EDIFICIOS = POBREZA ENERGÉTICA

El ministro solo apuntaba al primero de los términos, pero quedan otros dos. Empezaré por el último, que es muy fácil: si la baja calidad de los edificios es desencadenante de unas necesidades energéticas muy altas, una medida a medio plazo muy evidente es desarrollar un plan de mejora de la calidad energética de los edificios. El último código técnico de la edificación, introducía grandes avances (por ejemplo, obligar a que un porcentaje del consumo energético procediese de energías renovables). Sin embargo, entro en el pico de la burbuja del ladrillo, cuando ya casi todo estaba construido.

Los precios altos de la energía dan para escribir libros y organizar talleres. Os vamos a recomendar un libro: “Alta Tensión. Hacia un nuevo modelo energético”. Y os sugerimos cualquiera de los talleres y charlas que os ofrecemos desde La Corriente para explicar el sector eléctrico. Tenemos hasta una dinámica para jugar al mercado eléctrico y descubrir los «trucos» de las eléctricas. Nos podéis escribir y organizamos una charla en vuestra asociación o colectivo.

Por todo esto, la pobreza energética no debería simplificarse a “es como cualquier otra pobreza”. Cada una tiene sus propias consecuencias y orígenes, en el caso de la energética los efectos son diversos y multiplicadores. Y, desde luego, no es una excusa para no combatirla, especialmente, cuando hacerlo es competencia y consecuencia directa del Gobierno.

Desde las cooperativas energéticas, queremos apostar para que la pobreza energética no sea ninguneada y se tomen medidas estructurales para combatirla. Si no es desde las instituciones públicas, al menos, lo estamos haciendo desde la iniciativa ciudadana y organizada. En el caso de La Corriente, en forma de una cooperativa participativa, cercana y con un compromiso claro por una energía 100% renovable.

Del 17 al 23 de febrero fue la Semana de lucha contra la pobreza energética. Nos vemos en la próxima acción. Desgraciadamente, será necesaria.

Nota: Este artículo es una actualización de otro artículo publicado originalmente en la web de ISF en Febrero de 2015. Ese artículo original puede encontrarse en este blog.